Clubes tanto de clase mundial, como de fútbol amateur, destinan un día en particular, para trabajar jugadas preparadas. Cuando el reforzamiento táctico, vuelve tan difícil la entrada ofensiva al área rival, tal y como hemos visto que sucede en torneos de alta competición, como en el caso de la Champions League, podemos decir que una solución efectiva para resolver el encuentro, se sostiene en la buena ejecución de una pelota parada. Ya sea un tiro libre, un corner o incluso un lateral, realizado de manera inteligente, puede significar la diferencia en el marcador para ganar un encuentro apretado, de alta tensión. Entrenadores tales como Maurinho o Louis Van Gaal, solucionan partidos de alta intensidad por medio del trabajo preparado durante la semana, donde la connotada ‘jugada de laboratorio’ viene a salvar partidos, donde incluso, la posesión del balón, se puede llegar a asumir como virtud del rival. Vemos de ese modo que, asociaciones colectivas nacidas de un balón detenido, se vuelven muy difíciles de detectar por la mirada del rival, donde el regate sin balón, se vuelve un arma letal. Recordamos el repertorio de jugadas preparadas que vimos en el trabajo de Marcelo Bielsa cuando estuvo a cargo de la selección chilena, donde veíamos coordinación colectiva tanto en los tiros de esquina como en los tiros libres y laterales. Tomamos de ejemplo lo sucedido el año 99’, con el objetivo de darle valor a este concepto de ‘jugada preparada’, aquel contexto nos lleva a la final de la propia Champions League, con el legendario triunfo inesperado del Manchester United contra el Bayer Munich; en los últimos 3 minutos de descuento, el equipo inglés, primero empata el marcador, a través de un corner y luego se pone en ventaja de la misma manera, para consagrarse de un modo insólito como el campeón de Europa.