Para gozar de reglas del juego claras hay que contar con jueces independientes, conscientes de su función en la sociedad.
Empero, tengo para mí que, en un sentido estricto, son muy pocos quienes realmente comprenden cuáles son “las reglas del juego” en una sociedad políticamente organizada.
Pero, si bien esos son elementos muy importantes del ordenamiento jurídico, en realidad no son “las reglas del juego”.
Por consiguiente, “las reglas del juego” están, realmente, en manos de los órganos de justicia del Estado.
Y a eso se debe que, más y más, todos los países desarrollados, pertenezcan o no a la tradición del derecho angloamericano (en que cada sentencia adquiere la fuerza de un precedente), hayan invertido en sistemas sofisticados, incluyendo elementos de inteligencia artificial, para la publicación y ordenación sistemática de las sentencias de los tribunales de justicia.
Incluso si fuera posible imaginar un juego tal, ¿a quién pudiera interesarle jugarlo?
A todos los miembros de la sociedad debe interesarnos de manera fundamental que “las reglas del juego” sean claras, se hagan valer consistente y coherentemente y de acuerdo con los principios de justicia, libertad e igualdad ante la ley.
Como todos deseamos más prosperidad económica, a todos —no solo a los empresarios— nos interesa que los empresarios gocen de la certeza que dan dichas “reglas del juego” para invertir, para realizar más y más negocios, para crear riqueza y que, en un ambiente de competencia abierta, esa riqueza llegue a la mayor cantidad posible de personas.
En estos momentos ni siquiera ha sido posible culminar la elección de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y de los demás tribunales colegiados, y la CC no se ha podido integrar completamente.
Todo eso ha ocurrido, en buena parte, según mi opinión, por los afanes de diversos grupos que compiten por el poder de influir en la administración de justicia.