La estrategia de marketing push, “empuje” en castellano, se centra en llevar el producto al consumidor.
Se trata pues, de una táctica proactiva en la que las empresas impulsan sus productos directamente hacia el cliente a través de diferentes canales.
En esta estrategia, la comunicación y distribución son aspectos clave para colocar el producto en el mercado y asegurar que esté disponible en los puntos de venta.
Su principal objetivo es captar la atención del cliente en el momento adecuado y facilitar la compra inmediata.
Estos son algunos de los ejemplos de estrategias push más utilizados por empresas y agencias de marketing.
Promociones en tienda, ofertas de “2×1” o descuentos especiales en supermercados, publicidad directa, anuncios de productos en televisión o redes sociales.
Distribución masiva, presencia del producto en múltiples puntos de venta para aumentar la disponibilidad, muestras gratuitas, entrega de productos de prueba para atraer la atención del consumidor.
Combinar ambas estrategias en un plan de marketing integral puede ser realmente efectivo.
Ya que este enfoque mixto permite que las empresas lleguen de forma más eficaz a su audiencia y optimicen tanto el corto, como el largo plazo.
Por ejemplo, mientras el push asegura la disponibilidad inmediata del producto, el pull genera interés y fidelización.
Esto hace que la combinación de ‘push and pull’ ayude a captar tanto a los compradores impulsivos como a los clientes que investigan antes de tomar decisiones.
Además, hace que las estrategias sean más versátiles y se adapten a diferentes etapas del ciclo de compra.
Y aunque son distintas, su combinación puede potenciar los resultados, permitiendo a las marcas posicionarse de manera efectiva en el mercado y satisfacer tanto las necesidades inmediatas como las expectativas a largo plazo de los consumidores.
Por lo que implementar una estrategia de marketing que equilibre ambos enfoques es clave para adaptarse a los cambios en los hábitos de compra y garantizar el crecimiento sostenido del negocio.