El complejo de superioridad hace referencia a la creencia de las personas que lo manifiestan.
Tienen un autoconcepto desproporcionadamente alto de sí mismos.
Perciben sus habilidades y cualidades personales de forma exageradamente positiva en relación a la valoración, excesivamente baja, que hacen de las cualidades de los demás, a quienes consideran inferiores.
Son susceptibles y vanidosos y se comparan constantemente con el resto para reforzar su misantropía.
Estas personas, al contrario de lo que pueda parecer, tienen una baja autoestima que tratan de compensar con esta actitud de superioridad con los demás.
Muestran una actitud altiva y prepotente y pueden ser despreciativos con los demás.
Creen que sus cualidades son superiores al del resto de la gente y miran con autosuficiencia y por encima del hombro a los demás, al considerarlos menos.
No reconocen sus errores y suelen atribuir su causa a agentes externos.
Efectivamente, por lo general han apoyado su autoestima en una idealización exagerada de ellos mismos, sin pararse a madurar o desarrollar realmente sus aptitudes y forma de relacionarse con los demás, lo que puede convertirse en un círculo vicioso, protegiéndose aún más con cada fracaso social o personal.
Es difícil porque no tienen una manera de comunicarse con los demás que permita conectar.
Su trato condescendiente y frío, así como la necesidad de sentirse reconocidos y admirados continuamente hace muy difícil la convivencia.
No puede haber conexión o vínculo con las personas que me rodean, si las hago sentir incómodas o inferiores, ya que las estoy agrediendo de forma más o menos explícita.
Aprender a comunicarse de forma asertiva con los demás, expresando opiniones, derechos, etc., sin agredir al otro, reforzará los vínculos afectivos con las personas que nos rodean.