Jerez se incorpora definitivamente a la corona de Castilla tras la toma de la ciudad por el rey castellano Alfonso X y tras una violenta revuelta, conquistando definitivamente la ciudad el 9 de octubre de 1264.
Jerez se rinde a las tropas castellanas, siendo expulsados todos los habitantes islámicos que buscaron refugio en poblaciones cercanas o emigraron a África.
El Alcázar pasó a ser propiedad del rey, se convierte en residencia de los alcaides que debían custodiarlo y conservarlo para la corona, jugando desde este momento un importante papel en la defensa y organización de la frontera.
A medida que la frontera se va alejando y el peligro constante de los ataques de los ejércitos musulmanes va desapareciendo, sobre todo a partir de la Batalla del Salado librada en 1340, es cuando comienza a crecer la población, se puede poner en cultivo la fértil campiña jerezana y la economía comienza a despegar desde mediados del siglo XIV a finales del XV.
Motivado por esta relajación y sin la constante preocupación de conflictos y guerras, comienza en el Alcázar un periodo de franco deterioro y abandono, ya que los alcaides que debían conservarlo para la corona, hacen dejación de sus funciones.
En el 1470 comienza otro periodo de reformas y actividad en el Alcázar, emprendidas por D. Rodrigo Ponce de León cuando fue nombrado corregidor de la ciudad y alcaide de esta fortaleza, realizando importantes obras de mejora y reparaciones en el alcázar, en sus murallas y torres, muy deterioradas ya en este momento, siendo lo más destacado de esta etapa la construcción de una torre en el ángulo occidental del Alcázar, la denominada Torre del Homenaje o Torre de Ponce de León.
El concepto de esta torre es de torre del homenaje, ya que además de ser concebida como último reducto defensivo en caso de asedio, tiene también funciones residenciales, ya que podía alojar a una guarnición militar en su interior y servía de residencia de D. Rodrigo cuando se encontraba en la ciudad, pues disponía de aposentos privados.