La adaptación del juego al niño implica utilizar un formato de entrenamiento y competición que garantice su correcto crecimiento y formación.
La perspectiva individual del aprendizaje se centra en entrenarle a cada jugador/a aquello que se cree que más necesita para seguir progresando.
La división del programa en períodos organiza el proceso de enseñanza-aprendizaje de los jugadores según su nivel de comprensión del juego.
La motivación es clave en el proceso de aprendizaje porque el jugador/a estará motivado si entrena lo que le interesa.
Consecuentemente, se interesará en todo lo que sea capaz o casi capaz de hacer, y lo que no sea capaz de aprender quedará fuera de sus intereses y, por lo tanto, de su motivación.
Deberá comprender el porqué de sus acciones, porque cuando no se entiende algo, automáticamente uno se desmotiva.
Según la neurociencia actual, el aprendizaje ligado a las emociones es mucho más potente que cualquier otro.
Por tanto, si un jugador se divierte, estará más abierto a aprender.
Con mayor aprendizaje, podrá competir mejor y tener más éxito.
El éxito proporcionará mayor diversión y esta, a su vez, mayor aprendizaje, que permitirá competir mejor, y así se irá reproduciendo este bucle de forma constante.
Con todo ello, es fundamental conocer las principales características y necesidades de los jugadores/as para poder ajustar los contenidos y contextos de entrenamiento a lo que son capaces de aprender y de una forma atractiva y enriquecedora que les motive a seguir aprendiendo.