Nunca lo dirán de forma oficial, pero la nueva interpretación del fuera de juego tiene su origen en una fecha concreta: el 10 de octubre de 2021, cuando en la final de la Liga de las Naciones Eric García se lanzó al suelo para evitar que el balón llegase a Mbappé.
El resultado de su acción fue el peor posible: no solo no desvió la trayectoria de la pelota sino que con su leve toque habilitó la situación irregular del delantero francés.
La mayor parte de los árbitros estuvimos de acuerdo en que ese gol era legal, por muy injusto que pudiese parecer.
El revuelo fue tal que, casualidades de la vida, nueve meses después la FIFA lanzó una circular con una nueva interpretación de este texto de la Regla 11 del que no ha variado ni una coma.
Únicamente se sancionará a un jugador en posición de fuera de juego en el momento en que el balón toca o es jugado por un compañero de equipo si llega a participar en el juego de forma activa de una de las siguientes maneras:
Se considerará que un jugador en posición de fuera de juego no ha sacado ventaja de dicha posición cuando reciba el balón de un adversario que juega voluntariamente el balón, incluida la mano voluntaria, a menos que se trate de una «salvada» por parte de un adversario.
Hasta este año, toda acción en la que el defensa teniendo atacaba un balón de cualquier manera haciendo un desplazamiento.
Esta temporada es necesario que esa acción tiene que ser con el control total de su cuerpo y de forma no forzada.
Es decir, que solo habilitará en los casos en los que cede el balón voluntariamente hacia atrás o realiza una deficiente acción técnica, como un mal despeje.
Se excluyen, por lo tanto, movimientos forzados para interceptar un pase como puede ser una extensión brusca de la pierna, un salto, un gesto instintivo hacia la pelota, aunque para ello hubiese tenido que haber recorrido una distancia de metros.