El contacto físico, como abrazos, caricias y besos, proporciona una sensación de seguridad a los niños. El contacto físico refuerza el vínculo afectivo entre padres e hijos y promueve el desarrollo del cerebro, mejorando la capacidad de aprendizaje y memoria. De igual forma, el contacto físico ayuda a los niños a regular sus emociones. Los bebés que reciben contacto físico tienden a dormir mejor. El contacto ayuda a reducir el llanto y la angustia, facilitando un sueño más reparador. El contacto piel a piel con los padres o cuidadores puede ayudar a regular el ritmo cardíaco y la temperatura corporal de los bebés prematuros. El contacto piel a piel con los padres no solo les brinda una sensación de seguridad y calma, sino que también estimula su desarrollo emocional y cognitivo. El contacto físico es importante para su desarrollo emocional, ya que les brinda la confianza necesaria para explorar el mundo y establecer relaciones saludables a lo largo de su vida. Estudios han demostrado que el contacto físico refuerza el vínculo afectivo entre padres e hijos.