El único modo de presentar un trabajo como el presente es comenzando por realizar dos advertencias al lector.
La segunda es que la labor de dicho ensayo, no ha sido llevada a cabo por un filólogo, ni mucho menos, pero si por un historiador.
Y es que el problema al que nos enfrentamos cobra tanta razón de ser en el campo de la filología como en el de la historia.
Han sido varias las propuestas para desvelar la incógnita que plantea tal término.
Y todas ellas han partido de un claro presupuesto : al-Andalus no es un término árabe, a pesar de que es usado en lengua árabe con un significado muy claro que la historiografía no siempre ha parecido respetar de cara a sus teorías sobre el origen de dicho nombre.
Y es que, como el término España, el de al-Andalus tiene para las fuentes árabes la muy clara connotación de, poco mas o menos, las posesiones pertenecientes al Islam dentro de la Península Ibérica.
La teoría propuesta desde más antiguo es la de que tal palabra procede de Vandalus\ con lo que estaría haciendo referencia al pueblo aquel que, como bien sabemos, permaneció durante un escaso margen de tiempo en la Península Ibérica, antes de embarcarse en el puerto de lulia Traducía hacia el Norte de África.
Tal hipótesis, no obstante, comienza por partir de unos cimientos escasos en pruebas consistentes, y lo que es peor, en lógica.
Y es que los vándalos se asentaron, sí, en la Península Ibérica, y más concretamente en la zona Sur, en la antigua Bética.
Y hasta llegaron a disponer en Hispalis su capital de una manera mas o menos estable.
La teoría no deja de tener cierto encanto romántico, pero es insostenible.
Todo el problema, a los ojos de Wycichl, residía en la pérdida de la /V/ inicial que atribuía.