El waterpolo se originó en festivales locales que se celebraban en Gran Bretaña durante el siglo XIX.
Se considera que el inventor del waterpolo fue William Wilson, un entrenador de natación escocés.
En 1877 creó un nuevo juego que bautizó como “fútbol acuático” y que inicialmente se practicaba en ríos durante festivales locales.
Las reglas estaban muy alejadas del actual waterpolo y se parecía más a una especie de rugby con toques de lucha libre y obviamente sin tanto equipamiento.
En 1885 la Asociación de Natación de Gran Bretaña reconoció oficialmente el juego como deporte, dándole el nuevo nombre de “polo acuático” (water polo).
El nombre provenía del término pulu, que era como se llamaba a la pelota con la que se jugaba, fabricada con caucho.
El waterpolo entonces era considerado más una diversión que un deporte, de ahí que la seriedad no fuese un factor a tener demasiado en cuenta.
No fue hasta el año 1900, cuando fue introducido en los Juegos Olímpicos de París, cuando empezó a ganar fama internacional.
En esta época el waterpolo empezó a ser un deporte más técnico y que daba importancia a las tácticas, mientras que en sus primeros tiempos era bastante básico y caótico.
Se introdujeron, como en otros deportes, jugadores especializados en roles concretos, cuando hasta entonces era una refriega de “todos contra todos” en la que solo contaba hacerse con la pelota y anotar.