La estrategia de defensa fortificada se utiliza para proteger la base de clientes existentes, dificultar la entrada de competidores, mantener la rentabilidad, fortalecer la reputación de la marca y aumentar la confianza del cliente.
Una estrategia de defensa fortificada se centra en mantener la lealtad de los clientes actuales.
Esto es importante porque retener a los clientes existentes suele ser más rentable que adquirir nuevos clientes.
La estrategia ayuda a evitar que los competidores arrebaten a los clientes y, en su lugar, se enfoquen en mantener una relación sólida con ellos.
Al fortalecer su posición en el mercado, una empresa puede dificultar la entrada de nuevos competidores.
Al implementar acciones de diferenciación, protección de la propiedad intelectual y mejora continua, la empresa puede establecer barreras que dificulten la igualación de su propuesta de valor por parte de los competidores.
Al proteger y mantener la base de clientes existentes, la empresa puede mantener un flujo constante de ingresos y preservar su rentabilidad.
Esto se debe a que retener a los clientes actuales es más económico que adquirir nuevos clientes, ya que se evita el gasto asociado con la adquisición y captación de nuevos clientes.
Una estrategia de defensa fortificada puede contribuir a fortalecer la reputación y el posicionamiento de la marca.
Al brindar un excelente servicio al cliente, ofrecer productos diferenciados y mantener altos estándares de calidad, la empresa puede generar una imagen positiva y ser percibida como líder en su industria.
Al mantener una estrategia de defensa fortificada, la empresa puede aumentar la confianza de sus clientes existentes.
Esto se debe a que los clientes confían en la consistencia y la calidad de los productos o servicios ofrecidos, así como en la atención y el servicio proporcionados.
Una mayor confianza puede resultar en una mayor fidelidad y recomendaciones positivas.