Leonardo da Vinci decía que aquel que le gusta la práctica sin la teoría, es como el marino que navega barcos sin timón ni brújula y nunca sabe dónde anclar.
En este sentido, Smith ha demostrado que el waterpolo es un deporte colectivo intermitente compuesto por esfuerzos intensos con duraciones menores de 15 segundos y de trabajos a una menor intensidad por debajo de 20 segundos, con una densidad en un partido de 5:2.
Está aceptado que el sistema aeróbico es grande, en torno el 60%; mientras que el anaeróbico láctico es limitado, un 30%, jugando un papel decisivo; y el anaeróbico aláctico, un 10%.
En el caso del portero o portera, debido a su especificidad, la demanda aeróbica es menor, siendo fundamental la solicitud anaeróbica.
Asímismo, cabe destacar que los/las jugadoras están solo un 45-55% del tiempo total en posición horizontal, transportando el balón.
La mayoría de las acciones técnico-tácticas, en cambio, las realizan en posición vertical, unido al contacto con el oponente, y a una intensidad razonablemente alta, como se indica por los registros de la frecuencia cardíaca.
Tsekouras et al. evaluaron varios parámetros fisiológicos determinantes en el rendimiento deportivo.
En cuanto a las características antropométricas, algunos autores demostraron que existen diferencias significativas en función de los diferentes roles en el juego, tanto a nivel femenino como masculino.
Normalmente las/los defensores poseen mayor nivel de masa corporal y muscular, índice de masa corporal y longitud del pie; y las/los jugadores de arco, en cambio, logran los mejores resultados en la mayoría de las pruebas de nado y salto.
Las/los atacantes presentan mesomórfico equilibrado; y las/los defensores y boyas, en cambio, endo-mesomórfico, con mayores niveles de grasa en sus cuerpos.
No podemos olvidar que las demandas pertinentes son moldeables, determinadas por la estrategia de cada entrenador y/o entrenadora a lo largo de los partidos.